¿Cómo puedes saber si lo que sientes es amor?[1]
Las medias naranjas de Platón
Platón puede ayudarte a encontrar respuestas a estas preguntas ya que dedicó una de sus obras más conocidas al asunto del amor. En el diálogo titulado El banquete se nos cuenta que en el año 380 a. C. se celebró una de las cenas más famosas de toda la historia. El banquete lo organizó el poeta Agatón para celebrar el éxito que había conseguido con el estreno de su última tragedia. Cinco fueron sus invitados: dos jóvenes amantes, un médico, un comediante y, por supuesto, Sócrates, el gran filósofo, que llegó tarde por quedarse absorto pensando en sus cosas mientras iba de camino hacia la casa del anfitrión. Siguiendo los consejos del médico, los comensales deciden beber moderadamente porque algunos tienen una resaca tremenda de la fiesta del día anterior. Varios de ellos confiesan ser «de los que ayer se empaparon» y ruegan al resto no seguir el protocolo que obliga, durante un banquete griego, a beber hasta emborracharse. También deciden despedir a los músicos, lo que significa que la fiesta no terminará en orgía, ya que en los banquetes griegos los músicos al final asumían otras funciones y no sólo deleitaban los oídos de los invitados, sino también otras partes del cuerpo. Ante la presencia de Sócrates deciden sustituir la orgía por el diálogo filosófico (quizá ellos no, pero la historia de la filosofía salió ganando con esta decisión).
¿De qué van a hablar durante el banquete? El médico propone discutir sobre el amor y todos se manifiestan conformes con la propuesta. Acuerdan que cada invitado se prepare y ejecute un discurso, y que Sócrates sea el último en hablar. En la intervención de Aristófanes, el comediante, se nos relata el famoso mito del andrógino para explicarnos qué es el amor. En el origen de los tiempos, los hombres éramos como una especie de pelota enorme con cuatro piernas, cuatro brazos, dos órganos sexuales y una cabeza con dos rostros que miraban en direcciones opuestas. Podíamos caminar en ambas direcciones y cuando nos poníamos a correr a gran velocidad dábamos volteretas como los saltimbanquis. Teníamos una gran fuerza y también mucha soberbia: tanta que se dice que intentamos ascender al Olimpo y los dioses decidieron castigarnos. Zeus nos cortó por la mitad y ordenó a Apolo que le diese la vuelta a nuestro rostro y nos cosiese las heridas, dejándonos el ombligo y algunas arrugas como recuerdo del pecado. Así, cada ser humano quedó partido en dos y cada mitad echaba de menos a su otra parte. Zeus se compadeció y ordenó que, a partir de entonces, concibiésemos uniendo nuestras dos mitades a través de los órganos sexuales. Este mito también sirve para explicar que todas las tendencias sexuales son naturales: hay varones cuya mitad es una mujer y otros cuya otra parte es un varón, y hay mujeres cuya mitad es una mujer. Ahora entenderás de dónde viene la expresión mi media naranja que todos hemos utilizado alguna vez. Si vuelves a usarla, recuerda que su origen está en el mito que Aristófanes relata en El banquete. ¿Quién sabe? Lo mismo esta historia te sirve para llevar a cabo la conquista amorosa que tienes en mente. Si triunfas, luego no digas que la filosofía no sirve para nada.
¿Qué nos explica este mito? Que el amor es algo innato y consiste en un deseo (que se convierte casi en una necesidad) de recuperar nuestra antigua naturaleza. Somos seres incompletos y únicamente el amor puede devolvernos la plenitud. Sólo el amor da sentido a nuestras existencias rotas. Vivir no es otra cosa que buscar constantemente la otra parte de nuestro ser, arrebatada cruelmente por los dioses... Woody Allen llevó al cine este mito en Midnight in Paris (2011), una película en la que los dioses no sólo han separado a los amantes en el espacio sino también en el tiempo. Curiosamente, el director Yorgos Lanthimos emplea el mito de la media naranja para crear una aterradora distopía en Langosta (2015), que nos describe una sociedad futura en la que los solteros no tienen cabida. Si no tienes pareja, eres arrestado y conducido a un hotel donde dispones de cuarenta y cinco días para conocer a alguien y enamorarte de por vida; si no lo consigues, te transforman en un animal, aunque, eso sí, te dejan escoger la especie.
Sea la pareja una bendición o una condena, ¿realmente nos completa? ¿Es necesaria para sentirnos plenos en la vida? ¿Sólo existe un único ser humano que te complemente? ¿O puedes ir manteniendo a lo largo de la vida diferentes relaciones que, en su conjunto, te llenen de plenitud? ¿Hay algo de verdad en este mito o sólo es eso, un mito?
El amor platónico
¿Qué aporta Sócrates al diálogo? El filósofo reconoce que todo lo que sabe sobre el amor se lo enseñó una mujer, la filósofa Diotima, sabia en éste y otros muchos temas. Ella te diría que lo que nos causa atracción no es el reconocimiento de nuestra otra mitad, sino el bien. Cuando amas a alguien te sientes atraído por la bondad y la belleza que hay en ese ser. El amor es el camino hacia el bien y, cuando lo alcanzamos, nuestra vida se vuelve feliz y plena porque ya no necesitamos nada más.
El amor debería guiar todas tus acciones, esto lo entiende cualquiera, pero Diotima dice que lo que viene ahora no está al alcance de todos (tranquilízate, no cierres el libro: como discípulo de Sócrates que ya eres, estás capacitado para entender «los misterios del amor»). Diotima nos recuerda que hemos dejado claro que el amor es el deseo de belleza. Pero las cosas bellas no son «la belleza», sino que ésta es algo inmaterial. Las cosas que son bellas son tan sólo la promesa de una belleza mayor, perfecta y eterna. No hay vida más plena y feliz que la contemplación de esta gran belleza. Para llegar a ella, debemos ir educando nuestra sensibilidad porque de lo contrario nunca aprenderemos a captarla. Es decir, tenemos que ir haciendo que nuestro amor sea más puro y elevado. Imagino que en esto del amor empezaste amando cuerpos bellos, pero que pronto te diste cuenta de que hay algo más valioso que un buen trozo de carne. Si lo que te atrae de una persona es su alma y no su culo, tu amor ya empieza a ser de una categoría superior. Y si has alcanzado esta sensibilidad, podrás, poco a poco, sentir la belleza que se esconde en la justicia y en la verdad. Progresivamente, te irá atrayendo una belleza que es cada vez más inmaterial, hasta alcanzar el grado más elevado de amor, el «amor platónico»: la estima a una idea «pura, limpia, sin mezcla y no infectada de carnes humanas, ni de colores, ni de cualquier otra cosa mortal». Ahora entenderás por qué la gente suele referirse a los amores imposibles o ideales como «amores platónicos» (Platón, en esto del amor, nos pone el listón demasiado alto).
Si te preguntas cómo termina el banquete, te cuento que Alcibíades, uno de los alumnos de Sócrates, aparece borracho como una cuba y comienza a aporrear la puerta de la casa. Lo dejan pasar y lo sientan al lado del anfitrión. Alcibíades empieza a hacerle la pelota a su maestro y termina tirándole los tejos. Sócrates lo manda a que se dé una duchita de agua fría. La escena se ve interrumpida por la llegada a la casa de un grupo de borrachos que vienen de juerga; los invitados al banquete olvidan la promesa de beber con moderación y todos van cayendo, uno a uno, en los dulces brazos de Morfeo para dormir la mona; todos menos Sócrates, que, como hombre equilibrado, se despide y abandona la casa. Fin...
Nooo, no es amor, lo que tú sientes se llama obsesión
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) te avisaría de que todo lo que acabas de leer en El banquete sobre el amor no es más que una sarta de estupideces. Te lo diría tal cual porque el carácter de este filósofo ha sido de los más duros y agrios de la historia de la filosofía. Schopenhauer expresaba la mayoría de las veces su opinión de manera grosera, egoísta y maleducada. Empezó a estudiar medicina, pero al segundo año lo dejó por la filosofía, ya que consideró que la vida es el peor de los problemas y que debía dedicar todos sus esfuerzos a reflexionar sobre él. Su soberbia y mal humor eran descomunales. Después de asistir a una clase de Fichte, uno de los grandes filósofos de la época, comentó que el profesor había dicho cosas que le despertaron el deseo de ponerle una pistola en el pecho y decirle «tienes que morir sin compasión». Cierto día, cuando se encontraba comiendo con su profesor de armonía, éste le hizo una bromita sobre la filosofía de Kant, a quien Schopenhauer consideraba el mejor de todos los filósofos. Schopenhauer lo miró con cara de furia y de desprecio, y le gritó: «¡No entiende para nada la importancia de la filosofía de Kant! No vuelva a hablarme; soy demasiado culto para usted».
Soportar a Schopenhauer no debía de ser nada fácil, ni siquiera para su propia madre. Cuando terminó los estudios universitarios, el filósofo le escribió para informarle de que estaba pensando en regresar a su casa y vivir con ella, a lo que la mujer le respondió: «Eres fastidioso e insufrible, y considero penoso en extremo vivir contigo».
Schopenhauer era un gran amante de la música, especialmente de la compuesta por el italiano Rossini. En cierta ocasión tuvo la oportunidad de conversar con su ídolo, ya que se hospedaba en el mismo hotel al que Schopenhauer solía ir a comer. Pero no quiso conocerlo porque, como le dijo al hostelero, «es imposible que ese de ahí sea Rossini; es sólo un francés gordo». Profesaba un gran odio hacia el género humano. Le encantaba caminar y subir montañas porque uno puede contemplar la humanidad desde la altura propia del genio y entonces ve a una multitud estúpida. Despreciaba a los animales humanos y sólo sentía aprecio por Atma, su perro, hasta el punto de llegar a afirmar que, si no existieran estos animales, preferiría no estar vivo. Su amor por Atma fue inmenso: llegó a sentir algo parecido al amor por un ser humano y, de hecho, cuando este perro de lanas se portaba mal, Schopenhauer le gritaba: «¡Pedazo de humano!». Tras su muerte, el filósofo le legó a su fiel amigo de cuatro patas todo lo que poseía.
¿Qué es para Schopenhauer el amor? Pues ya te lo imaginarás: sólo sexo, instinto de reproducción de la especie, pura biología, hambre de lujuria, carne y nada más. El amor es la expresión en el ser humano del impulso que experimentan todos los seres vivos por seguir con vida y reproducirse. El romanticismo no es más que una gran mentira que el hombre inventa para sentirse especial y superior al resto de los animales. No hay nada extraordinario, bello o bueno en el amor. Sólo es un simple impulso biológico y la manifestación de que la naturaleza es más poderosa que nosotros. Cuando «nos enamoramos», nos convertimos en unos autómatas que siguen al pie de la letra los mandatos de la biología: ¡copulad y multiplicaos! Para Schopenhauer, el amor es ciego porque actúa en nosotros sin que nos demos cuenta; se trata de una fuerza inconsciente que nos manipula. ¿Y qué nos ordena en concreto? Que procreemos y que nuestra progenie a su vez se reproduzca. Cuanto más fuertes, inteligentes y atractivos sean nuestros vástagos, más probabilidades tendrán de esparcir su semillita y de multiplicarse. La naturaleza juega con nosotros y nos hace «enamorarnos» de las personas que contrarrestan nuestras deficiencias, tanto físicas como de carácter. Por eso, las chicas buenas se sienten atraídas por los malotes del instituto. La naturaleza nos engaña para que nos unamos a la persona que podría engendrar los mejores hijos; pero, una vez cumplido su mandato y copulado todo lo que había que copular, los amantes suelen mirarse el uno al otro y preguntarse: «pero ¿qué vería yo en éste?». El amor es sólo una ilusión, una quimera, una ficción que creamos para soportar esta vida miserable. Una película que ilustra la visión que tiene Schopenhauer sobre el amor es La ciudad de las estrellas: La La Land (Damien Chazelle, 2016) porque en ella se nos obliga a distinguir la ficción de la realidad. Los dos protagonistas terminan siendo las víctimas de un bonito sueño. Inevitablemente, al final, la realidad impone su terrible dictadura. Cuando la pasión desaparece, el amor se convierte en imposible.
Amor entre filósofos: historia de una calamidad
Cuando en filosofía hablamos de amor siempre terminamos recordando la historia que unió a Pedro de Abelardo y a Eloísa, los Romeo y Julieta de la filosofía. Universidad de París, siglo XI; un profesor joven y guapo[2] va camino de convertirse en uno de los filósofos más influyentes. Los estudiantes acudían de toda Europa para asistir a las clases de Pedro de Abelardo. En unos tiempos en los que los grandes maestros debatían públicamente en los paraninfos de las nacientes universidades, Pedro ganó todos los combates e incluso llegó a derrotar a sus propios maestros. Abelardo era el Muhammad Ali de los debates escolásticos.[3] Pedro era, además de buen filósofo, poeta y músico.
El otro personaje de esta historia es Eloísa, una de las mujeres más sabias y bellas de su época. Como era costumbre entre las jóvenes aristócratas, se educó en el monasterio de Argenteuil y con tan sólo diecisiete años dominaba el griego, el latín, el hebreo, la literatura, la filosofía y la teología; era capaz de debatir con los más sabios y argumentar con elocuencia. Su fama la precedía: antes de que abandonase el monasterio para continuar sus estudios en París, en la ciudad sólo se hablaba de ella y todos querían conocerla. Pedro de Abelardo no era ninguna excepción.
Fulbert, el tío de Eloísa y el malo de esta historia, la sacó del convento y se la llevó a su mansión de París para que pudiese continuar sus estudios, pero sobre todo para concertarle un matrimonio con alguien digno de su estatus social, es decir, con título nobiliario y mucha pasta, justo las dos cosas que Abelardo no tenía. Fulbert convenció a Pedro de Abelardo de que le diese clases de filosofía a su sobrina con objeto de completar su formación. Para su comodidad, propuso a Pedro que se quedase a vivir con ellos en su casa y éste aceptó al momento. Lo que no se imaginaba Fulbert fue lo que iba a ocurrir en esas clases de filosofía. El propio Abelardo nos confiesa que la pasión más desenfrenada surgió en aquellas «clases particulares»: «Los libros permanecían abiertos, pero el amor, más que la lectura, era el tema de nuestros diálogos e intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían con más frecuencia a sus senos que a los libros». La filosofía es lo que tiene, que a veces apasiona en exceso.
Abelardo y Eloísa se consumieron en el disfrute de un amor prohibido. Lo censurable de su relación no era que él tuviese treinta y pico años y ella tan sólo diecisiete, ni que él fuese profesor y ella su alumna, sino la diferencia de clase social y el hecho de que, en aquella época, los profesores de las universidades debían permanecer célibes. Después de dos años de esta innovadora metodología educativa, Eloísa quedó embarazada y los dos tortolitos huyeron de París. La joven filósofa se escondió en su antiguo convento para tener a su hijo y los amantes se casaron en secreto para que Abelardo pudiese continuar su carrera académica. El filósofo la visitaba continuamente y no podía resistir la tentación de darle alguna que otra clase particular. Abelardo, en una carta a Eloísa, le recuerda: «Poco después de nuestro matrimonio, cuando vivías retirada en el convento de monjas en Argenteuil, fui a visitarte en secreto un cierto día y allí mi lujuria sin moderación se satisfizo contigo en un rincón del refectorio, a falta de otro lugar....».[4] Otra de las locuras que perpetraron estos dos filósofos fue ponerle por nombre al pobre niño Astrolabio.
Abelardo y Eloísa continuaron con su vida de casados en secreto, pero Fulbert no pudo soportar la humillación para el buen nombre de su familia. El tío de Eloísa, como si fuese el propio Marlon Brandon en El Padrino, mandó a unos sicarios para que castraran al pobre Pedro y encerrasen a Eloísa de por vida en un monasterio, del cual terminó siendo abadesa. Los profesores de filosofía aprendimos la lección y desde entonces nuestras manos sólo sujetan libros pesados y viejos.
Fulbert pudo castrar la pasión entre Abelardo y Eloísa, pero no matar su amor. Los dos filósofos se escribieron durante el resto de sus vidas, recordando en cada una de las casi mil cartas el amor que se profesaban. Cuando Abelardo murió a los cuarenta y nueve años, Eloísa reclamó su cadáver para enterrarlo en el convento y ordenó que, cuando ella muriese, dejaran por fin a su cuerpo descansar eternamente junto al del hombre al que amó. Pero ¿se amaron Abelardo o Eloísa, o lo que realmente sintieron fue la lujuria de la que nos hablaba Schopenhauer?
Preguntas:
[1] Filosofía en la calle, Eduardo Infante , Ariel.
[2] Por entonces, Abelardo poseía el grado de Magister in Artibus, es decir, dominaba lo que se conocía como las «artes liberales»: el trivium (retórica, gramática y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música).
[3] El término escolástica procede del latín scholasticus, que significa «el que enseña o estudia en la escuela» y, con él nos referimos a la filosofía cristiana que se practicaba en las universidades medievales. Los escolásticos diseñaron un método propio en el que los debates sobre temas polémicos fueron la parte más importante.
[4] Si te parece que el comedor de un monasterio no es un lugar apropiado para hacer el amor, te recomiendo que leas el poema «Inventario de lugares propicios al amor», del escritor Ángel González.
Las medias naranjas de Platón
Platón puede ayudarte a encontrar respuestas a estas preguntas ya que dedicó una de sus obras más conocidas al asunto del amor. En el diálogo titulado El banquete se nos cuenta que en el año 380 a. C. se celebró una de las cenas más famosas de toda la historia. El banquete lo organizó el poeta Agatón para celebrar el éxito que había conseguido con el estreno de su última tragedia. Cinco fueron sus invitados: dos jóvenes amantes, un médico, un comediante y, por supuesto, Sócrates, el gran filósofo, que llegó tarde por quedarse absorto pensando en sus cosas mientras iba de camino hacia la casa del anfitrión. Siguiendo los consejos del médico, los comensales deciden beber moderadamente porque algunos tienen una resaca tremenda de la fiesta del día anterior. Varios de ellos confiesan ser «de los que ayer se empaparon» y ruegan al resto no seguir el protocolo que obliga, durante un banquete griego, a beber hasta emborracharse. También deciden despedir a los músicos, lo que significa que la fiesta no terminará en orgía, ya que en los banquetes griegos los músicos al final asumían otras funciones y no sólo deleitaban los oídos de los invitados, sino también otras partes del cuerpo. Ante la presencia de Sócrates deciden sustituir la orgía por el diálogo filosófico (quizá ellos no, pero la historia de la filosofía salió ganando con esta decisión).
¿De qué van a hablar durante el banquete? El médico propone discutir sobre el amor y todos se manifiestan conformes con la propuesta. Acuerdan que cada invitado se prepare y ejecute un discurso, y que Sócrates sea el último en hablar. En la intervención de Aristófanes, el comediante, se nos relata el famoso mito del andrógino para explicarnos qué es el amor. En el origen de los tiempos, los hombres éramos como una especie de pelota enorme con cuatro piernas, cuatro brazos, dos órganos sexuales y una cabeza con dos rostros que miraban en direcciones opuestas. Podíamos caminar en ambas direcciones y cuando nos poníamos a correr a gran velocidad dábamos volteretas como los saltimbanquis. Teníamos una gran fuerza y también mucha soberbia: tanta que se dice que intentamos ascender al Olimpo y los dioses decidieron castigarnos. Zeus nos cortó por la mitad y ordenó a Apolo que le diese la vuelta a nuestro rostro y nos cosiese las heridas, dejándonos el ombligo y algunas arrugas como recuerdo del pecado. Así, cada ser humano quedó partido en dos y cada mitad echaba de menos a su otra parte. Zeus se compadeció y ordenó que, a partir de entonces, concibiésemos uniendo nuestras dos mitades a través de los órganos sexuales. Este mito también sirve para explicar que todas las tendencias sexuales son naturales: hay varones cuya mitad es una mujer y otros cuya otra parte es un varón, y hay mujeres cuya mitad es una mujer. Ahora entenderás de dónde viene la expresión mi media naranja que todos hemos utilizado alguna vez. Si vuelves a usarla, recuerda que su origen está en el mito que Aristófanes relata en El banquete. ¿Quién sabe? Lo mismo esta historia te sirve para llevar a cabo la conquista amorosa que tienes en mente. Si triunfas, luego no digas que la filosofía no sirve para nada.
¿Qué nos explica este mito? Que el amor es algo innato y consiste en un deseo (que se convierte casi en una necesidad) de recuperar nuestra antigua naturaleza. Somos seres incompletos y únicamente el amor puede devolvernos la plenitud. Sólo el amor da sentido a nuestras existencias rotas. Vivir no es otra cosa que buscar constantemente la otra parte de nuestro ser, arrebatada cruelmente por los dioses... Woody Allen llevó al cine este mito en Midnight in Paris (2011), una película en la que los dioses no sólo han separado a los amantes en el espacio sino también en el tiempo. Curiosamente, el director Yorgos Lanthimos emplea el mito de la media naranja para crear una aterradora distopía en Langosta (2015), que nos describe una sociedad futura en la que los solteros no tienen cabida. Si no tienes pareja, eres arrestado y conducido a un hotel donde dispones de cuarenta y cinco días para conocer a alguien y enamorarte de por vida; si no lo consigues, te transforman en un animal, aunque, eso sí, te dejan escoger la especie.
Sea la pareja una bendición o una condena, ¿realmente nos completa? ¿Es necesaria para sentirnos plenos en la vida? ¿Sólo existe un único ser humano que te complemente? ¿O puedes ir manteniendo a lo largo de la vida diferentes relaciones que, en su conjunto, te llenen de plenitud? ¿Hay algo de verdad en este mito o sólo es eso, un mito?
El amor platónico
¿Qué aporta Sócrates al diálogo? El filósofo reconoce que todo lo que sabe sobre el amor se lo enseñó una mujer, la filósofa Diotima, sabia en éste y otros muchos temas. Ella te diría que lo que nos causa atracción no es el reconocimiento de nuestra otra mitad, sino el bien. Cuando amas a alguien te sientes atraído por la bondad y la belleza que hay en ese ser. El amor es el camino hacia el bien y, cuando lo alcanzamos, nuestra vida se vuelve feliz y plena porque ya no necesitamos nada más.
El amor debería guiar todas tus acciones, esto lo entiende cualquiera, pero Diotima dice que lo que viene ahora no está al alcance de todos (tranquilízate, no cierres el libro: como discípulo de Sócrates que ya eres, estás capacitado para entender «los misterios del amor»). Diotima nos recuerda que hemos dejado claro que el amor es el deseo de belleza. Pero las cosas bellas no son «la belleza», sino que ésta es algo inmaterial. Las cosas que son bellas son tan sólo la promesa de una belleza mayor, perfecta y eterna. No hay vida más plena y feliz que la contemplación de esta gran belleza. Para llegar a ella, debemos ir educando nuestra sensibilidad porque de lo contrario nunca aprenderemos a captarla. Es decir, tenemos que ir haciendo que nuestro amor sea más puro y elevado. Imagino que en esto del amor empezaste amando cuerpos bellos, pero que pronto te diste cuenta de que hay algo más valioso que un buen trozo de carne. Si lo que te atrae de una persona es su alma y no su culo, tu amor ya empieza a ser de una categoría superior. Y si has alcanzado esta sensibilidad, podrás, poco a poco, sentir la belleza que se esconde en la justicia y en la verdad. Progresivamente, te irá atrayendo una belleza que es cada vez más inmaterial, hasta alcanzar el grado más elevado de amor, el «amor platónico»: la estima a una idea «pura, limpia, sin mezcla y no infectada de carnes humanas, ni de colores, ni de cualquier otra cosa mortal». Ahora entenderás por qué la gente suele referirse a los amores imposibles o ideales como «amores platónicos» (Platón, en esto del amor, nos pone el listón demasiado alto).
Si te preguntas cómo termina el banquete, te cuento que Alcibíades, uno de los alumnos de Sócrates, aparece borracho como una cuba y comienza a aporrear la puerta de la casa. Lo dejan pasar y lo sientan al lado del anfitrión. Alcibíades empieza a hacerle la pelota a su maestro y termina tirándole los tejos. Sócrates lo manda a que se dé una duchita de agua fría. La escena se ve interrumpida por la llegada a la casa de un grupo de borrachos que vienen de juerga; los invitados al banquete olvidan la promesa de beber con moderación y todos van cayendo, uno a uno, en los dulces brazos de Morfeo para dormir la mona; todos menos Sócrates, que, como hombre equilibrado, se despide y abandona la casa. Fin...
Nooo, no es amor, lo que tú sientes se llama obsesión
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) te avisaría de que todo lo que acabas de leer en El banquete sobre el amor no es más que una sarta de estupideces. Te lo diría tal cual porque el carácter de este filósofo ha sido de los más duros y agrios de la historia de la filosofía. Schopenhauer expresaba la mayoría de las veces su opinión de manera grosera, egoísta y maleducada. Empezó a estudiar medicina, pero al segundo año lo dejó por la filosofía, ya que consideró que la vida es el peor de los problemas y que debía dedicar todos sus esfuerzos a reflexionar sobre él. Su soberbia y mal humor eran descomunales. Después de asistir a una clase de Fichte, uno de los grandes filósofos de la época, comentó que el profesor había dicho cosas que le despertaron el deseo de ponerle una pistola en el pecho y decirle «tienes que morir sin compasión». Cierto día, cuando se encontraba comiendo con su profesor de armonía, éste le hizo una bromita sobre la filosofía de Kant, a quien Schopenhauer consideraba el mejor de todos los filósofos. Schopenhauer lo miró con cara de furia y de desprecio, y le gritó: «¡No entiende para nada la importancia de la filosofía de Kant! No vuelva a hablarme; soy demasiado culto para usted».
Soportar a Schopenhauer no debía de ser nada fácil, ni siquiera para su propia madre. Cuando terminó los estudios universitarios, el filósofo le escribió para informarle de que estaba pensando en regresar a su casa y vivir con ella, a lo que la mujer le respondió: «Eres fastidioso e insufrible, y considero penoso en extremo vivir contigo».
Schopenhauer era un gran amante de la música, especialmente de la compuesta por el italiano Rossini. En cierta ocasión tuvo la oportunidad de conversar con su ídolo, ya que se hospedaba en el mismo hotel al que Schopenhauer solía ir a comer. Pero no quiso conocerlo porque, como le dijo al hostelero, «es imposible que ese de ahí sea Rossini; es sólo un francés gordo». Profesaba un gran odio hacia el género humano. Le encantaba caminar y subir montañas porque uno puede contemplar la humanidad desde la altura propia del genio y entonces ve a una multitud estúpida. Despreciaba a los animales humanos y sólo sentía aprecio por Atma, su perro, hasta el punto de llegar a afirmar que, si no existieran estos animales, preferiría no estar vivo. Su amor por Atma fue inmenso: llegó a sentir algo parecido al amor por un ser humano y, de hecho, cuando este perro de lanas se portaba mal, Schopenhauer le gritaba: «¡Pedazo de humano!». Tras su muerte, el filósofo le legó a su fiel amigo de cuatro patas todo lo que poseía.
¿Qué es para Schopenhauer el amor? Pues ya te lo imaginarás: sólo sexo, instinto de reproducción de la especie, pura biología, hambre de lujuria, carne y nada más. El amor es la expresión en el ser humano del impulso que experimentan todos los seres vivos por seguir con vida y reproducirse. El romanticismo no es más que una gran mentira que el hombre inventa para sentirse especial y superior al resto de los animales. No hay nada extraordinario, bello o bueno en el amor. Sólo es un simple impulso biológico y la manifestación de que la naturaleza es más poderosa que nosotros. Cuando «nos enamoramos», nos convertimos en unos autómatas que siguen al pie de la letra los mandatos de la biología: ¡copulad y multiplicaos! Para Schopenhauer, el amor es ciego porque actúa en nosotros sin que nos demos cuenta; se trata de una fuerza inconsciente que nos manipula. ¿Y qué nos ordena en concreto? Que procreemos y que nuestra progenie a su vez se reproduzca. Cuanto más fuertes, inteligentes y atractivos sean nuestros vástagos, más probabilidades tendrán de esparcir su semillita y de multiplicarse. La naturaleza juega con nosotros y nos hace «enamorarnos» de las personas que contrarrestan nuestras deficiencias, tanto físicas como de carácter. Por eso, las chicas buenas se sienten atraídas por los malotes del instituto. La naturaleza nos engaña para que nos unamos a la persona que podría engendrar los mejores hijos; pero, una vez cumplido su mandato y copulado todo lo que había que copular, los amantes suelen mirarse el uno al otro y preguntarse: «pero ¿qué vería yo en éste?». El amor es sólo una ilusión, una quimera, una ficción que creamos para soportar esta vida miserable. Una película que ilustra la visión que tiene Schopenhauer sobre el amor es La ciudad de las estrellas: La La Land (Damien Chazelle, 2016) porque en ella se nos obliga a distinguir la ficción de la realidad. Los dos protagonistas terminan siendo las víctimas de un bonito sueño. Inevitablemente, al final, la realidad impone su terrible dictadura. Cuando la pasión desaparece, el amor se convierte en imposible.
Amor entre filósofos: historia de una calamidad
Cuando en filosofía hablamos de amor siempre terminamos recordando la historia que unió a Pedro de Abelardo y a Eloísa, los Romeo y Julieta de la filosofía. Universidad de París, siglo XI; un profesor joven y guapo[2] va camino de convertirse en uno de los filósofos más influyentes. Los estudiantes acudían de toda Europa para asistir a las clases de Pedro de Abelardo. En unos tiempos en los que los grandes maestros debatían públicamente en los paraninfos de las nacientes universidades, Pedro ganó todos los combates e incluso llegó a derrotar a sus propios maestros. Abelardo era el Muhammad Ali de los debates escolásticos.[3] Pedro era, además de buen filósofo, poeta y músico.
El otro personaje de esta historia es Eloísa, una de las mujeres más sabias y bellas de su época. Como era costumbre entre las jóvenes aristócratas, se educó en el monasterio de Argenteuil y con tan sólo diecisiete años dominaba el griego, el latín, el hebreo, la literatura, la filosofía y la teología; era capaz de debatir con los más sabios y argumentar con elocuencia. Su fama la precedía: antes de que abandonase el monasterio para continuar sus estudios en París, en la ciudad sólo se hablaba de ella y todos querían conocerla. Pedro de Abelardo no era ninguna excepción.
Fulbert, el tío de Eloísa y el malo de esta historia, la sacó del convento y se la llevó a su mansión de París para que pudiese continuar sus estudios, pero sobre todo para concertarle un matrimonio con alguien digno de su estatus social, es decir, con título nobiliario y mucha pasta, justo las dos cosas que Abelardo no tenía. Fulbert convenció a Pedro de Abelardo de que le diese clases de filosofía a su sobrina con objeto de completar su formación. Para su comodidad, propuso a Pedro que se quedase a vivir con ellos en su casa y éste aceptó al momento. Lo que no se imaginaba Fulbert fue lo que iba a ocurrir en esas clases de filosofía. El propio Abelardo nos confiesa que la pasión más desenfrenada surgió en aquellas «clases particulares»: «Los libros permanecían abiertos, pero el amor, más que la lectura, era el tema de nuestros diálogos e intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían con más frecuencia a sus senos que a los libros». La filosofía es lo que tiene, que a veces apasiona en exceso.
Abelardo y Eloísa se consumieron en el disfrute de un amor prohibido. Lo censurable de su relación no era que él tuviese treinta y pico años y ella tan sólo diecisiete, ni que él fuese profesor y ella su alumna, sino la diferencia de clase social y el hecho de que, en aquella época, los profesores de las universidades debían permanecer célibes. Después de dos años de esta innovadora metodología educativa, Eloísa quedó embarazada y los dos tortolitos huyeron de París. La joven filósofa se escondió en su antiguo convento para tener a su hijo y los amantes se casaron en secreto para que Abelardo pudiese continuar su carrera académica. El filósofo la visitaba continuamente y no podía resistir la tentación de darle alguna que otra clase particular. Abelardo, en una carta a Eloísa, le recuerda: «Poco después de nuestro matrimonio, cuando vivías retirada en el convento de monjas en Argenteuil, fui a visitarte en secreto un cierto día y allí mi lujuria sin moderación se satisfizo contigo en un rincón del refectorio, a falta de otro lugar....».[4] Otra de las locuras que perpetraron estos dos filósofos fue ponerle por nombre al pobre niño Astrolabio.
Abelardo y Eloísa continuaron con su vida de casados en secreto, pero Fulbert no pudo soportar la humillación para el buen nombre de su familia. El tío de Eloísa, como si fuese el propio Marlon Brandon en El Padrino, mandó a unos sicarios para que castraran al pobre Pedro y encerrasen a Eloísa de por vida en un monasterio, del cual terminó siendo abadesa. Los profesores de filosofía aprendimos la lección y desde entonces nuestras manos sólo sujetan libros pesados y viejos.
Fulbert pudo castrar la pasión entre Abelardo y Eloísa, pero no matar su amor. Los dos filósofos se escribieron durante el resto de sus vidas, recordando en cada una de las casi mil cartas el amor que se profesaban. Cuando Abelardo murió a los cuarenta y nueve años, Eloísa reclamó su cadáver para enterrarlo en el convento y ordenó que, cuando ella muriese, dejaran por fin a su cuerpo descansar eternamente junto al del hombre al que amó. Pero ¿se amaron Abelardo o Eloísa, o lo que realmente sintieron fue la lujuria de la que nos hablaba Schopenhauer?
Preguntas:
- ¿Tienes en estos momentos algún tipo de relación sentimental? ¿Te has preguntado si lo que sientes por tu pareja es eso que muchos han llamado amor?
- Imagina que un día cualquiera tu pareja te prepara la cena, cocina la comida que te gusta, decora la mesa con unas velas y pone una música suave para crear ambiente. Cuando estáis tomando el postre, te mira fijamente a los ojos, te toma la mano y te lanza la siguiente pregunta: «¿Me amas?». Si deseas ser sincero con él o ella, y contigo, antes de responder deberías preguntarte: ¿cómo puedo saber si lo que siento es amor? ¿Qué es el amor? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Tiene efectos beneficiosos o perjudiciales? ¿El amor nos hace mejores o peores personas? ¿Existen diferentes formas de amor? ¿Hay algunas superiores a otras? ¿Sólo los seres humanos podemos llegar a amar?
- De las definiciones de Amor que se pueden visualizar en el texto ¿cuál es tu favorita y por qué?
[1] Filosofía en la calle, Eduardo Infante , Ariel.
[2] Por entonces, Abelardo poseía el grado de Magister in Artibus, es decir, dominaba lo que se conocía como las «artes liberales»: el trivium (retórica, gramática y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música).
[3] El término escolástica procede del latín scholasticus, que significa «el que enseña o estudia en la escuela» y, con él nos referimos a la filosofía cristiana que se practicaba en las universidades medievales. Los escolásticos diseñaron un método propio en el que los debates sobre temas polémicos fueron la parte más importante.
[4] Si te parece que el comedor de un monasterio no es un lugar apropiado para hacer el amor, te recomiendo que leas el poema «Inventario de lugares propicios al amor», del escritor Ángel González.
trabajo de filosofía de la edad media
trabajo sobre la película el nombre de la rosa
link de la película
- Explica con tus propias palabras la idea central del texto.
- ¿qué similitudes encuentra en el texto anterior y el mito de la caverna de Platon?
- ¿qué descubrio Ramiro?
- ¿Por qué expulsaron a Ramiro ?
- ¿somos diferentes a los miembros de la secta de prados soleados? ¿por qué?
Los miembros de la extraña secta de Prados Soleados llevaban una vida muy aislada en Casa Feliz. Todos, excepto el líder, tenían prohibido cualquier contacto con el mundo exterior, y les enseñaban que la realidad era el mundo representado en las telenovelas, únicos programas de televisión que les permitían ver. Para los pradosoleadosianos, Urgencias, Sin Tetas No Hay Paraíso, Aquí no Hay Quien Viva y El Internado no eran series de ficción, sino meros documentales. Y, como la mayoría de los miembros habían nacido en la comuna, el simulacro no era difícil de mantener.
Un día, sin embargo, el discípulo Ramiro, que siempre había sido algo rebelde, decidió salir de Casa Feliz y visitar los lugares que había visto tan a menudo en la pantalla del altar. Ni que decir tiene que estaba estrictamente prohibido, pero Ramiro se las ingenió para escapar. Lo que descubrió le dejó asombrado. La conmoción más fuerte le sobrevino cuando se las arregló para llegar a El Internado y descubrió que no estaba en Prados Soleados, sino que se trataba de un plató en los estudios de Tele Cinco.
Pero, cuando regresó furtivamente a Casa Feliz y les contó a sus condiscípulos Io que había descubierto, le tomaron por lunático. «Nunca deberías haberte marchado —le dijeron—. Ahí fuera no se está seguro. ¡la mente te tiende trampas!» Y le expulsaron de la comuna y le prohibieron que volviera. Preguntas
Un día, sin embargo, el discípulo Ramiro, que siempre había sido algo rebelde, decidió salir de Casa Feliz y visitar los lugares que había visto tan a menudo en la pantalla del altar. Ni que decir tiene que estaba estrictamente prohibido, pero Ramiro se las ingenió para escapar. Lo que descubrió le dejó asombrado. La conmoción más fuerte le sobrevino cuando se las arregló para llegar a El Internado y descubrió que no estaba en Prados Soleados, sino que se trataba de un plató en los estudios de Tele Cinco.
Pero, cuando regresó furtivamente a Casa Feliz y les contó a sus condiscípulos Io que había descubierto, le tomaron por lunático. «Nunca deberías haberte marchado —le dijeron—. Ahí fuera no se está seguro. ¡la mente te tiende trampas!» Y le expulsaron de la comuna y le prohibieron que volviera. Preguntas
actividad grado 11 filosofía
OPCIÓN DE RECUPERACIÓN FILOSÓFICA : https://www.urosario.edu.co/Periodico-NovaEtVetera/Nuestra-U/2do-Concurso-intercolegial-FiloTube-Explica-un-pro/
Preguntas:
- ¿Como se define el mercado en el texto?
- ¿Qué es lo que define el valor de una mercancía?
- ¿Quiénes son el proletariado? ¿Qué los caracteriza? ¿Cómo es su situación?
- En qué consiste la lucha de clases.
- ¿Cuál es la propuesta de Marx para terminar la condición injusta que viven los obreros?
- Realiza una comparación entre la situación de los trabajadores colombianos y el texto El Fantasma de Marx.
- ¿Por qué no ha sucedido una revolución del proletariado como lo suponía Marx? ¿por qué los trabajadores continúan aceptando las condiciones que les impone el mercado?
Preguntas:
- ¿Cómo se describe en el mito el verdadero amor? ¿Qué buscan los amantes?
- ¿Todo el mundo encuentra dicha complementación perfecta en el amor? ¿Qué se recomienda en el mito para lograrlo?
- En el mito se subraya a menudo el anhelo amoroso. Lo describe así: “llegar a ser uno solo, juntándose y fundiéndose con el amado”. ¿Estás de acuerdo con esta manera de entender el amor? ¿Es un verdadero amor, en el que desaparece la propia individualidad? ¿Los que se aman, deben ser uno?
EL MITO DE LOS TRES GÉNEROS HUMANOS[1]
Hace mucho, pero que mucho tiempo, los seres humanos no eran como son ahora. Había tres géneros de personas, uno masculino y otro femenino, pero había también un tercer género que era común a estos dos. Aunque ya ha desaparecido, nos queda todavía su nombre: andrógino[2], pues compartía la forma y el nombre de ambos géneros, el masculino y el femenino. Un nombre que ya no gusta mucho recordar. Además, la forma de cada persona era redonda, con la espalda y los costados en círculo; tenían cuatro manos e igual número de piernas que de manos, dos caras perfectamente iguales sobre un cuello circular, que formaban una sola cabeza mirando en direcciones opuestas, con cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo lo demás que uno puede imaginarse según lo dicho. Caminaban también derechos como ahora, en cualquiera de las dos direcciones que quisieran. Y cuando deseaban correr velozmente, hacían como los acróbatas, que dan volteretas hasta quedar de pie; y así marchaban rápidamente haciendo girar sus ocho piernas en círculo. Los géneros de personas eran tres porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino de la tierra y de la luna el que participaba de ambos géneros, pues la luna también participa de ambos astros. Y, sin duda, eran circulares ellos mismos y su forma de andar por ser semejantes a sus padres. Eran terribles por su fuerza y vigor, y tan creídos de sí mismos estaban, que conspiraron contra los dioses. De manera que lo que decía Homero de Esfialtes y de Oto, también se puede decir de ellos, que intentaron escalar hasta el cielo para atacar a los dioses. Así que Zeus y los demás dioses pensaron sobre qué debían hacer con ellos pero no encontraban la solución. No podían matarlos ni hacer desaparecer su estirpe fulminándolos con un rayo como a los gigantes, pues entonces desaparecerían los honores y sacrificios que recibían de parte de los hombres, pero tampoco podían permitirles que siguieran siendo tan insolentes.
Después de pensarlo detenidamente, Zeus habló: “Me parece que tengo un medio para que los hombres puedan seguir existiendo y, a la vez, haciéndolos más débiles, acabar con su desenfreno. Ahora mismo los cortaré —dijo— en dos mitades y serán al mismo tiempo más débiles y más útiles para nosotros, los dioses, al ser más numerosos los humanos. Y caminarán erguidos sobre dos piernas. Pero, si todavía persisten en su insolencia y no quieren estarse tranquilos, de nuevo —dijo— los cortaré en dos, de manera que tendrán que caminar dando saltos sobre una sola pierna”. Y dicho esto, cortó a cada ser humano en dos mitades, como se cortan los frutos de las serbas[3] para ponerlos en conserva o pueden cortarse los huevos duros valiéndonos de un cabello. Y a cada uno que iba cortando, ordenaba a Apolo que le moviera el rostro y la mitad de su cuello hacia la dirección del corte, para que, al ver su mutilación, fueran más conscientes de por qué les había pasado; y también le ordenó que curara las demás heridas. Entonces, Apolo les volvía el rostro y, atrayendo la piel de todas partes hacia lo que ahora llamamos vientre, la ataba como bolsas cerradas en medio del mismo, creando un hueco (lo que ahora llamamos precisamente ombligo). Alisó los otros pliegues en su mayoría y modeló también el pecho con un instrumento parecido al de los zapateros cuando aplanan sobre la horma las arrugas del cuero. Pero dejó unos pocos pliegues, los de alrededor mismo del vientre y el ombligo, para que fueran recuerdo del antiguo castigo.
Así que, una vez quedó la naturaleza humana dividida en dos, cada mitad añoraba a su propia mitad y se juntaba con ella y, rodeándose con los brazos y entrelazándose una a otra por el ansia de hacerse uno, morían de hambre y de pasividad, por no querer hacer nada la una sin la otra. Y cada vez que moría alguna de las dos mitades y la otra quedaba viva, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, tanto si se encontraba una que entera era mujer —precisamente lo que ahora llamamos mujer—, como si era un varón. Y así iban muriendo. Compadeciéndose entonces Zeus, se le ocurre otra opción y traslada sus órganos genitales hacia la parte delantera —pues, hasta el momento los tenían por fuera y engendraban y parían no en su interior, sino en la tierra como las cigarras—. De esta forma, así pues, pasó hacia adelante sus órganos genitales para que mediante ellos tuviera lugar la generación de sí mismos, a través del macho en la hembra. Y lo hizo con el siguiente propósito: para que en el abrazo, tanto si un varón encontraba a una mujer engendraran y se reprodujera la especie, como, si un varón encontraba a otro varón, tuviera lugar, al menos, la plenitud de su relación, descansaran durante algún tiempo, volvieran a sus trabajos y cuidaran de los demás asuntos de la vida.
Desde hace tanto tiempo, pues, el amor (Eros) de los unos para con los otros es innato en los seres humanos y es el que intenta restaurar su antigua naturaleza: se propone hacer uno a partir de dos y sanar la naturaleza humana. En efecto, cada uno de nosotros es un símbolo[4]de hombre, al haber quedado cortado como dos lenguados, dos de uno solo. Por consiguiente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo de sí mismo en otro (su otra mitad). Así pues, cuantos seres humanos son sección del ser que participaba de los dos sexos, el que entonces se llamara andrógino, son aficionados a las mujeres, y pertenecen a este linaje la mayoría de los adúlteros; y también las mujeres aficionadas a los varones y las que son adúlteras. Pero cuantas mujeres son de sección de mujer, no prestan excesiva atención a los varones, sino que se inclinan más bien a las mujeres, y de este linaje nacen también las mujeres homosexuales o lesbianas. Y cuantos varones son sección de varón persiguen a los varones y, mientras son jóvenes, como rodajas de varón que son, aman a los varones y gustan de abrazarse y acostarse con ellos; y estos son los mejores de los jóvenes y adolescentes ya que son los más viriles por naturaleza. Algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan. Pues no lo hacen por desvergüenza, sino por valentía, virilidad y hombría, pues acogen lo que les es semejante. Y una gran prueba de esto es que, llegados al término de su formación, los de tal naturaleza son los únicos que resultan valientes en los asuntos políticos. Y cuando ya son unos hombres, aman a los jóvenes y no prestan atención, por inclinación natural, a los casamientos ni a la procreación de hijos, sino que lo hacen obligados por la ley, pues les basta vivir solteros todo el tiempo en mutua compañía. Ciertamente, el que es así resulta un amante de jóvenes y un amigo de su amante, porque acoge siempre al que tiene mucho en común con él. Así, cuando encuentra a aquél que es la mitad de sí mismo, tanto si es homosexual como cualquier otro, quedan entonces maravillosamente impresionados por el afecto, la afinidad y el amor, sin querer, por así decirlo, separarse unos de otros ni siquiera por un momento. Éstos son los que, a lo largo de su vida, viven muy unidos y ni siquiera serían capaces de decir qué quieren el uno del otro. Pues a ninguno se le ocurriría pensar que fuera por mantener relaciones sexuales y que solamente por esto uno se alegra de estar en compañía del otro con tantas ganas. Pues es evidente que lo que quiere el alma de cada uno de ellos es alguna otra cosa que no es capaz de expresar, si bien adivina lo que quiere y se le insinúa enigmáticamente. Y, si estando ellos en el lecho, se les presentara Hefesto con sus instrumentos y les preguntara: “¿Qué es lo que queréis obtener uno de otro?”, y si, al verlos perplejos volviera a preguntarles: “¿Es esto lo que deseáis: llegar a estar juntos lo más posible, de manera que, ni de noche ni de día, quedéis uno privado del otro? Porque, si deseáis esto, estoy dispuesto a fundiros y recomponeros en el mismo ser, de suerte que lleguéis a ser uno, y mientras viváis lo hagáis en común y, cuando muráis, también allí, en el Hades, en vez de dos seáis uno, y muráis a la vez. Pero mirad si deseáis esto y estaríais contentos al conseguirlo”. Sabemos que, al oír estas palabras, ninguno rehusaría ni daría a entender otra cosa, sino que simplemente creería haber escuchado lo que desde tanto tiempo habían anhelado: llegar a ser uno solo, juntándose y fundiéndose con el amado. Y la causa está en que ésta era nuestra antigua naturaleza y que éramos un todo.
Hace mucho, pero que mucho tiempo, los seres humanos no eran como son ahora. Había tres géneros de personas, uno masculino y otro femenino, pero había también un tercer género que era común a estos dos. Aunque ya ha desaparecido, nos queda todavía su nombre: andrógino[2], pues compartía la forma y el nombre de ambos géneros, el masculino y el femenino. Un nombre que ya no gusta mucho recordar. Además, la forma de cada persona era redonda, con la espalda y los costados en círculo; tenían cuatro manos e igual número de piernas que de manos, dos caras perfectamente iguales sobre un cuello circular, que formaban una sola cabeza mirando en direcciones opuestas, con cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo lo demás que uno puede imaginarse según lo dicho. Caminaban también derechos como ahora, en cualquiera de las dos direcciones que quisieran. Y cuando deseaban correr velozmente, hacían como los acróbatas, que dan volteretas hasta quedar de pie; y así marchaban rápidamente haciendo girar sus ocho piernas en círculo. Los géneros de personas eran tres porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino de la tierra y de la luna el que participaba de ambos géneros, pues la luna también participa de ambos astros. Y, sin duda, eran circulares ellos mismos y su forma de andar por ser semejantes a sus padres. Eran terribles por su fuerza y vigor, y tan creídos de sí mismos estaban, que conspiraron contra los dioses. De manera que lo que decía Homero de Esfialtes y de Oto, también se puede decir de ellos, que intentaron escalar hasta el cielo para atacar a los dioses. Así que Zeus y los demás dioses pensaron sobre qué debían hacer con ellos pero no encontraban la solución. No podían matarlos ni hacer desaparecer su estirpe fulminándolos con un rayo como a los gigantes, pues entonces desaparecerían los honores y sacrificios que recibían de parte de los hombres, pero tampoco podían permitirles que siguieran siendo tan insolentes.
Después de pensarlo detenidamente, Zeus habló: “Me parece que tengo un medio para que los hombres puedan seguir existiendo y, a la vez, haciéndolos más débiles, acabar con su desenfreno. Ahora mismo los cortaré —dijo— en dos mitades y serán al mismo tiempo más débiles y más útiles para nosotros, los dioses, al ser más numerosos los humanos. Y caminarán erguidos sobre dos piernas. Pero, si todavía persisten en su insolencia y no quieren estarse tranquilos, de nuevo —dijo— los cortaré en dos, de manera que tendrán que caminar dando saltos sobre una sola pierna”. Y dicho esto, cortó a cada ser humano en dos mitades, como se cortan los frutos de las serbas[3] para ponerlos en conserva o pueden cortarse los huevos duros valiéndonos de un cabello. Y a cada uno que iba cortando, ordenaba a Apolo que le moviera el rostro y la mitad de su cuello hacia la dirección del corte, para que, al ver su mutilación, fueran más conscientes de por qué les había pasado; y también le ordenó que curara las demás heridas. Entonces, Apolo les volvía el rostro y, atrayendo la piel de todas partes hacia lo que ahora llamamos vientre, la ataba como bolsas cerradas en medio del mismo, creando un hueco (lo que ahora llamamos precisamente ombligo). Alisó los otros pliegues en su mayoría y modeló también el pecho con un instrumento parecido al de los zapateros cuando aplanan sobre la horma las arrugas del cuero. Pero dejó unos pocos pliegues, los de alrededor mismo del vientre y el ombligo, para que fueran recuerdo del antiguo castigo.
Así que, una vez quedó la naturaleza humana dividida en dos, cada mitad añoraba a su propia mitad y se juntaba con ella y, rodeándose con los brazos y entrelazándose una a otra por el ansia de hacerse uno, morían de hambre y de pasividad, por no querer hacer nada la una sin la otra. Y cada vez que moría alguna de las dos mitades y la otra quedaba viva, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, tanto si se encontraba una que entera era mujer —precisamente lo que ahora llamamos mujer—, como si era un varón. Y así iban muriendo. Compadeciéndose entonces Zeus, se le ocurre otra opción y traslada sus órganos genitales hacia la parte delantera —pues, hasta el momento los tenían por fuera y engendraban y parían no en su interior, sino en la tierra como las cigarras—. De esta forma, así pues, pasó hacia adelante sus órganos genitales para que mediante ellos tuviera lugar la generación de sí mismos, a través del macho en la hembra. Y lo hizo con el siguiente propósito: para que en el abrazo, tanto si un varón encontraba a una mujer engendraran y se reprodujera la especie, como, si un varón encontraba a otro varón, tuviera lugar, al menos, la plenitud de su relación, descansaran durante algún tiempo, volvieran a sus trabajos y cuidaran de los demás asuntos de la vida.
Desde hace tanto tiempo, pues, el amor (Eros) de los unos para con los otros es innato en los seres humanos y es el que intenta restaurar su antigua naturaleza: se propone hacer uno a partir de dos y sanar la naturaleza humana. En efecto, cada uno de nosotros es un símbolo[4]de hombre, al haber quedado cortado como dos lenguados, dos de uno solo. Por consiguiente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo de sí mismo en otro (su otra mitad). Así pues, cuantos seres humanos son sección del ser que participaba de los dos sexos, el que entonces se llamara andrógino, son aficionados a las mujeres, y pertenecen a este linaje la mayoría de los adúlteros; y también las mujeres aficionadas a los varones y las que son adúlteras. Pero cuantas mujeres son de sección de mujer, no prestan excesiva atención a los varones, sino que se inclinan más bien a las mujeres, y de este linaje nacen también las mujeres homosexuales o lesbianas. Y cuantos varones son sección de varón persiguen a los varones y, mientras son jóvenes, como rodajas de varón que son, aman a los varones y gustan de abrazarse y acostarse con ellos; y estos son los mejores de los jóvenes y adolescentes ya que son los más viriles por naturaleza. Algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan. Pues no lo hacen por desvergüenza, sino por valentía, virilidad y hombría, pues acogen lo que les es semejante. Y una gran prueba de esto es que, llegados al término de su formación, los de tal naturaleza son los únicos que resultan valientes en los asuntos políticos. Y cuando ya son unos hombres, aman a los jóvenes y no prestan atención, por inclinación natural, a los casamientos ni a la procreación de hijos, sino que lo hacen obligados por la ley, pues les basta vivir solteros todo el tiempo en mutua compañía. Ciertamente, el que es así resulta un amante de jóvenes y un amigo de su amante, porque acoge siempre al que tiene mucho en común con él. Así, cuando encuentra a aquél que es la mitad de sí mismo, tanto si es homosexual como cualquier otro, quedan entonces maravillosamente impresionados por el afecto, la afinidad y el amor, sin querer, por así decirlo, separarse unos de otros ni siquiera por un momento. Éstos son los que, a lo largo de su vida, viven muy unidos y ni siquiera serían capaces de decir qué quieren el uno del otro. Pues a ninguno se le ocurriría pensar que fuera por mantener relaciones sexuales y que solamente por esto uno se alegra de estar en compañía del otro con tantas ganas. Pues es evidente que lo que quiere el alma de cada uno de ellos es alguna otra cosa que no es capaz de expresar, si bien adivina lo que quiere y se le insinúa enigmáticamente. Y, si estando ellos en el lecho, se les presentara Hefesto con sus instrumentos y les preguntara: “¿Qué es lo que queréis obtener uno de otro?”, y si, al verlos perplejos volviera a preguntarles: “¿Es esto lo que deseáis: llegar a estar juntos lo más posible, de manera que, ni de noche ni de día, quedéis uno privado del otro? Porque, si deseáis esto, estoy dispuesto a fundiros y recomponeros en el mismo ser, de suerte que lleguéis a ser uno, y mientras viváis lo hagáis en común y, cuando muráis, también allí, en el Hades, en vez de dos seáis uno, y muráis a la vez. Pero mirad si deseáis esto y estaríais contentos al conseguirlo”. Sabemos que, al oír estas palabras, ninguno rehusaría ni daría a entender otra cosa, sino que simplemente creería haber escuchado lo que desde tanto tiempo habían anhelado: llegar a ser uno solo, juntándose y fundiéndose con el amado. Y la causa está en que ésta era nuestra antigua naturaleza y que éramos un todo.
- es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución del todo que somos. Antes, como digo, éramos uno; ahora, a causa de nuestra iniquidad, hemos sido divididos por el dios, como lo han sido los arcadios por los lacedemonios. Existe, pues, el peligro, si no mostramos el respeto debido a los dioses, que de nuevo seamos divididos y andemos por ahí como los que están esculpidos en relieve en las estelas, cortados por la nariz, convertidos en dados partidos por la mitad. Por ello, es preciso que todo hombre recomiende a los demás que sean muy respetuosos con los dioses, para que evitemos lo uno y alcancemos lo otro, teniendo al amor (Eros) como nuestro guía y director. Nadie actúe en contra —y actúa en su contra el que se enemista con los dioses—, pues si nos reconciliamos y nos hacemos amigos de los dioses, descubriremos y encontraremos a nuestros respectivos amados, cosa que ahora consiguen sólo unos pocos.
- (189b-193d).Adaptación de Antonio Sánchez Millán
- Éste es el discurso de Aristófanes, que aparece en la primera mitad del diálogo platónico Banquete (versión adaptada de Platón, Banquete, Madrid, Editorial Alhambra, 1992, traducción de Jordi Beltrán y Rafael Ojeda, y de Platón, Diálogos, vol. III, Madrid, Editorial Gredos, traducción de C. García Gual, M. Martínez Hernández y E. Lledó Iñigo).
- Del griego: andrós, “hombre”, y gyné, “mujer”.
- Se refiere al fruto del serbal, un árbol rosáceo mediterráneo que da un fruto comestible.
- Esta palabra griega (symbolo) designaba a cada una de las partes del objeto que servía para sellar un pacto y que recibían cada una de las dos personas que había suscrito dicho pacto.
Observe con atención el siguiente vídeo que describe el origen del amor, el mito del androgino que se encuentra en diálogo el Banquete de Platón.
trabajo de FILOSOFÍA para grado 11
Fechas de entrega:
martes 19 de marzo 1102
jueves 21 de marzo 1103
Viernes 22 de marzo 1101
Preguntas:
- ¿Como se define el mercado en el texto?
- ¿Qué es lo que define el valor de una mercancía?
- ¿Quiénes son el proletariado? ¿Qué los caracteriza? ¿Cómo es su situación?
- ¿Cuál es la propuesta de Marx para terminar la condición injusta que viven los obreros?
- Realiza una comparación entre la situación de los trabajadores colombianos y el texto El Fantasma de Marx
Trabajo de nivelación de Filosofía grado once
Fecha de entrega 15 de octubre.
Nota: El trabajo debe ser entregado a mano en hojas examen y sustentado.
KARL MARX - EL MATERIALISMO HISTÓRICO: ALIENACIÓN E IDEOLOGÍA
El materialismo histórico (llamado por Marx “método dialéctico”) quiere ser una teoría científica sobre la formación y desarrollo de la sociedad. Mediante una teoría económica, histórica y filosófica intenta descubrir las leyes que rigen el cambio social y presenta un método para la interpretación de los conflictos sociales y, en esa medida, para cambiar la sociedad. Su tesis principal consiste en afirmar que son las bases económicas y los modos de posesión de los bienes materiales el fundamento de toda estructura y transformación social. El motor del cambio y la base de toda estructura social no son las voluntades individuales de las personas, ni las ideas, ni la voluntad divina, sino lo material, las necesidades económicas y los intereses económicos de los distintos grupos sociales. Con esta forma de materialismo, Marx se enfrentó al “materialismo teórico” de Feuerbach y al idealismo de Hegel, destacando en ambos casos que para entender al hombre y su historia, es imprescindible el estudio de las condiciones económicas y sociales en las que vive.
1. La alienación económica
Para comprender la situación de los oprimidos en toda sociedad de explotación (esclavista, feudal, capitalista) emplea Marx el concepto de alienación (enajenación, extrañamiento). Toma esta noción de Hegel, que la había utilizado para explicar el proceso por el cual la Idea pone la Naturaleza, es decir se pone a sí misma como lo absolutamente otro, se enajena. Marx hace una interpretación materialista de dicha noción puesto que, para él, el sujeto de la alienación no es el Espíritu o Dios sino el hombre, y la causa de la misma no es teológica sino económica y política: la alienación es la condición histórica en la que se encuentra el hombre consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada aliena al hombre porque lo transforma de fin en medio, de persona en simple instrumento para la producción, ignorando sus necesidades, exigencias y dignidad. En el sistema de producción capitalista el hombre se hace cosa, mercancía, usada por el propietario de los medios de producción como un simple instrumento más en la cadena de producción de bienes. En el trabajo, el hombre se enajena, no es dueño, de sus propias facultades creadoras ni de los objetos de su trabajo, que se convierten en seres ajenos y llegan a dominarlo. La preocupación esencial de Marx no fue la desigualdad en la riqueza sino la liberación del hombre de un tipo de trabajo que lo transforma en cosa y lo convierte en esclavo de las cosas. Su crítica de la sociedad capitalista se dirigió principalmente a su modo de producción: Marx suponía que la enajenación del trabajo, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista y que la clase trabajadora es la más enajenada. Marx no se limitó a reivindicar la emancipación de la clase trabajadora, sino que buscó la emancipación general del ser humano, y la creación de un orden social en el que el hombre, y no la producción de cosas, sea el fin.
2. Alienación y estructura social
El materialismo histórico entiende que el hombre es un "ser de necesidades", desde las más elementales como la comida, la ropa, la casa, hasta las más refinadas como las culturales. El “trabajo” o “actividad productiva” crea los bienes necesarios para la satisfacción de dichas necesidades, y constituye la actividad principal del hombre y la base de toda vida social, de su organización y de su historia. La producción de bienes está condicionada por "las fuerzas productivas" (las riquezas naturales y los conocimientos y las técnicas utilizadas en la producción). A un determinado estado de desarrollo de las fuerzas productivas, corresponde un tipo concreto de "relaciones de producción" (relaciones entre los hombres con miras a la producción). Las relaciones de producción son "relaciones de propiedad", relaciones de trabajo entre propietarios de las fuerzas productivas y no propietarios, entre "explotadores y explotados" entre clase dominante y clase dominada. Según el modo de producción y las relaciones sociales que de él se derivan, así será la estructura social. Las clases sociales quedan definidas por las relaciones económicas entre las personas: son la expresión de la propiedad o no de los medios de producción y de la capacidad adquisitiva. En las sociedades clasistas, una de las clases será explotadora y otra, la compuesta por los trabajadores, la explotada; así en la Antigüedad había amos y esclavos; en la Edad Media señores y siervos, y en la Edad Moderna capitalistas (burguesía) y proletarios.
3. Alienación y cambio social
El motor de la historia, el cambio social, se basa en la existencia de una sociedad escindida: es el enfrentamiento entre explotadores y explotados, el afán de dominio de una clase y los intentos de liberación por parte de la otra. Este enfrentamiento es inevitable e independiente de las voluntades y conciencias de los individuos. A su vez, la existencia de dichas clases antagónicas tiene como origen el distinto desarrollo técnico y económico con el que los hombres han intentado resolver los problemas de supervivencia, y ha dado lugar a las luchas de clase y enfrentamientos entre explotadores y explotados; pero, según la concepción optimista y utópica de Marx, esta oposición no es ineludible ni se ha de mantener hasta el fin de la humanidad: es posible y necesaria la transformación de la sociedad y ello mediante una acción y proceso revolucionario que elimine la propiedad privada y suprima las clases sociales. Las etapas de este proceso serán la "dictadura del proletariado" (el proletariado toma el poder, quita a la burguesía sus privilegios económicos y políticos, y se hace con los grandes medios de producción); el socialismo (período de gran desarrollo de los medios de producción y de la riqueza social, que será administrada por el Estado, en representación de los intereses de toda la sociedad) y el comunismo (culminación del proceso revolucionario; época de abundancia, de plenitud y libertad, en la que habrán desaparecido definitivamente las clases y también el Estado).
4. Alienación e ideología
El marxismo afirma que la base real de la sociedad es la base económica, los medios y las fuerzas de producción (la infraestructura); mantendrá también que a consecuencia de la alienación económica las organizaciones políticas, jurídicas y las concepciones del mundo (religiones, moral, ciencia, filosofía, arte) (la superestructura) no responden a una dinámica propia, independiente, sino a los intereses de clase de los grupos que las han creado. En un sentido general, se llama ideología, al sistema de representaciones (imágenes, ideas, conceptos, teorías), con el que la sociedad intenta explicar y describir la realidad. Pero dichas ideas o representaciones pueden hacerlo de un modo adecuado y verdadero, o, por el contrario, de un modo falso, que es precisamente lo que ocurrirá en las sociedades de explotación. Así, en Marx el término "ideología" tiene un significado más restringido y preciso: conjunto de "ideas" que dan una imagen o representación falseada y falsificadora de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de los hombres. Para el marxismo, lo que piensan los hombres, sus representaciones o ideas (su ideología), es un producto de la sociedad en que viven, es "un producto social"; además, la ideología tiene un sentido básicamente negativo, en cuanto "ideas" falsas y falsificadoras; finalmente, los contenidos ideológicos de la conciencia (la religión, la filosofía, la moral, la política, etc.) ni tienen sustantividad propia ni su propia historia y desarrollo.
Puesto que la ideología tiene como función ocultar, deformar o justificar la situación de alienación que el hombre vive en un momento histórico, la crítica marxista de las ideologías es una consecuencia de la crítica más general a la alienación del hombre. Un claro ejemplo de la actitud crítica de Marx ante las producciones ideológicas lo encontramos en sus ideas relativas a la religión: dado que no existe Dios, afirma, la aparición de la religión es una consecuencia de la vida humana, y, de acuerdo con sus planteamientos generales, ligada a la explotación del hombre por el hombre. Para Marx la crítica a la religión es la premisa o preámbulo de toda crítica: la religión es alienación al proyectar al hombre fuera del mundo real finito, único existente, en un mundo ficticio e ideal. Además, la religión no sólo es alienación de cada hombre individual, sino instrumento de la clase dominadora para oprimir a los dominados: primero, al justificar teológicamente la división social que provoca la alienación, la explotación existente; y, en segundo lugar, al ofrecer “paraísos” ficticios en los que los hombres pueden realizar su afán de justicia y felicidad, frenan la posibilidad de rebelión y de su realización en este mundo, el único real y existente (la religión es el “opio del pueblo").
La enajenación del trabajo
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador solo se siente fuera del trabajo y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que este no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
Marx, Karl: Manuscritos de economía y filosofía.
A partir de la lectura de este texto, contesta a las siguientes cuestiones:
Fecha de entrega 15 de octubre.
Nota: El trabajo debe ser entregado a mano en hojas examen y sustentado.
KARL MARX - EL MATERIALISMO HISTÓRICO: ALIENACIÓN E IDEOLOGÍA
El materialismo histórico (llamado por Marx “método dialéctico”) quiere ser una teoría científica sobre la formación y desarrollo de la sociedad. Mediante una teoría económica, histórica y filosófica intenta descubrir las leyes que rigen el cambio social y presenta un método para la interpretación de los conflictos sociales y, en esa medida, para cambiar la sociedad. Su tesis principal consiste en afirmar que son las bases económicas y los modos de posesión de los bienes materiales el fundamento de toda estructura y transformación social. El motor del cambio y la base de toda estructura social no son las voluntades individuales de las personas, ni las ideas, ni la voluntad divina, sino lo material, las necesidades económicas y los intereses económicos de los distintos grupos sociales. Con esta forma de materialismo, Marx se enfrentó al “materialismo teórico” de Feuerbach y al idealismo de Hegel, destacando en ambos casos que para entender al hombre y su historia, es imprescindible el estudio de las condiciones económicas y sociales en las que vive.
1. La alienación económica
Para comprender la situación de los oprimidos en toda sociedad de explotación (esclavista, feudal, capitalista) emplea Marx el concepto de alienación (enajenación, extrañamiento). Toma esta noción de Hegel, que la había utilizado para explicar el proceso por el cual la Idea pone la Naturaleza, es decir se pone a sí misma como lo absolutamente otro, se enajena. Marx hace una interpretación materialista de dicha noción puesto que, para él, el sujeto de la alienación no es el Espíritu o Dios sino el hombre, y la causa de la misma no es teológica sino económica y política: la alienación es la condición histórica en la que se encuentra el hombre consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada aliena al hombre porque lo transforma de fin en medio, de persona en simple instrumento para la producción, ignorando sus necesidades, exigencias y dignidad. En el sistema de producción capitalista el hombre se hace cosa, mercancía, usada por el propietario de los medios de producción como un simple instrumento más en la cadena de producción de bienes. En el trabajo, el hombre se enajena, no es dueño, de sus propias facultades creadoras ni de los objetos de su trabajo, que se convierten en seres ajenos y llegan a dominarlo. La preocupación esencial de Marx no fue la desigualdad en la riqueza sino la liberación del hombre de un tipo de trabajo que lo transforma en cosa y lo convierte en esclavo de las cosas. Su crítica de la sociedad capitalista se dirigió principalmente a su modo de producción: Marx suponía que la enajenación del trabajo, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista y que la clase trabajadora es la más enajenada. Marx no se limitó a reivindicar la emancipación de la clase trabajadora, sino que buscó la emancipación general del ser humano, y la creación de un orden social en el que el hombre, y no la producción de cosas, sea el fin.
2. Alienación y estructura social
El materialismo histórico entiende que el hombre es un "ser de necesidades", desde las más elementales como la comida, la ropa, la casa, hasta las más refinadas como las culturales. El “trabajo” o “actividad productiva” crea los bienes necesarios para la satisfacción de dichas necesidades, y constituye la actividad principal del hombre y la base de toda vida social, de su organización y de su historia. La producción de bienes está condicionada por "las fuerzas productivas" (las riquezas naturales y los conocimientos y las técnicas utilizadas en la producción). A un determinado estado de desarrollo de las fuerzas productivas, corresponde un tipo concreto de "relaciones de producción" (relaciones entre los hombres con miras a la producción). Las relaciones de producción son "relaciones de propiedad", relaciones de trabajo entre propietarios de las fuerzas productivas y no propietarios, entre "explotadores y explotados" entre clase dominante y clase dominada. Según el modo de producción y las relaciones sociales que de él se derivan, así será la estructura social. Las clases sociales quedan definidas por las relaciones económicas entre las personas: son la expresión de la propiedad o no de los medios de producción y de la capacidad adquisitiva. En las sociedades clasistas, una de las clases será explotadora y otra, la compuesta por los trabajadores, la explotada; así en la Antigüedad había amos y esclavos; en la Edad Media señores y siervos, y en la Edad Moderna capitalistas (burguesía) y proletarios.
3. Alienación y cambio social
El motor de la historia, el cambio social, se basa en la existencia de una sociedad escindida: es el enfrentamiento entre explotadores y explotados, el afán de dominio de una clase y los intentos de liberación por parte de la otra. Este enfrentamiento es inevitable e independiente de las voluntades y conciencias de los individuos. A su vez, la existencia de dichas clases antagónicas tiene como origen el distinto desarrollo técnico y económico con el que los hombres han intentado resolver los problemas de supervivencia, y ha dado lugar a las luchas de clase y enfrentamientos entre explotadores y explotados; pero, según la concepción optimista y utópica de Marx, esta oposición no es ineludible ni se ha de mantener hasta el fin de la humanidad: es posible y necesaria la transformación de la sociedad y ello mediante una acción y proceso revolucionario que elimine la propiedad privada y suprima las clases sociales. Las etapas de este proceso serán la "dictadura del proletariado" (el proletariado toma el poder, quita a la burguesía sus privilegios económicos y políticos, y se hace con los grandes medios de producción); el socialismo (período de gran desarrollo de los medios de producción y de la riqueza social, que será administrada por el Estado, en representación de los intereses de toda la sociedad) y el comunismo (culminación del proceso revolucionario; época de abundancia, de plenitud y libertad, en la que habrán desaparecido definitivamente las clases y también el Estado).
4. Alienación e ideología
El marxismo afirma que la base real de la sociedad es la base económica, los medios y las fuerzas de producción (la infraestructura); mantendrá también que a consecuencia de la alienación económica las organizaciones políticas, jurídicas y las concepciones del mundo (religiones, moral, ciencia, filosofía, arte) (la superestructura) no responden a una dinámica propia, independiente, sino a los intereses de clase de los grupos que las han creado. En un sentido general, se llama ideología, al sistema de representaciones (imágenes, ideas, conceptos, teorías), con el que la sociedad intenta explicar y describir la realidad. Pero dichas ideas o representaciones pueden hacerlo de un modo adecuado y verdadero, o, por el contrario, de un modo falso, que es precisamente lo que ocurrirá en las sociedades de explotación. Así, en Marx el término "ideología" tiene un significado más restringido y preciso: conjunto de "ideas" que dan una imagen o representación falseada y falsificadora de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de los hombres. Para el marxismo, lo que piensan los hombres, sus representaciones o ideas (su ideología), es un producto de la sociedad en que viven, es "un producto social"; además, la ideología tiene un sentido básicamente negativo, en cuanto "ideas" falsas y falsificadoras; finalmente, los contenidos ideológicos de la conciencia (la religión, la filosofía, la moral, la política, etc.) ni tienen sustantividad propia ni su propia historia y desarrollo.
Puesto que la ideología tiene como función ocultar, deformar o justificar la situación de alienación que el hombre vive en un momento histórico, la crítica marxista de las ideologías es una consecuencia de la crítica más general a la alienación del hombre. Un claro ejemplo de la actitud crítica de Marx ante las producciones ideológicas lo encontramos en sus ideas relativas a la religión: dado que no existe Dios, afirma, la aparición de la religión es una consecuencia de la vida humana, y, de acuerdo con sus planteamientos generales, ligada a la explotación del hombre por el hombre. Para Marx la crítica a la religión es la premisa o preámbulo de toda crítica: la religión es alienación al proyectar al hombre fuera del mundo real finito, único existente, en un mundo ficticio e ideal. Además, la religión no sólo es alienación de cada hombre individual, sino instrumento de la clase dominadora para oprimir a los dominados: primero, al justificar teológicamente la división social que provoca la alienación, la explotación existente; y, en segundo lugar, al ofrecer “paraísos” ficticios en los que los hombres pueden realizar su afán de justicia y felicidad, frenan la posibilidad de rebelión y de su realización en este mundo, el único real y existente (la religión es el “opio del pueblo").
- Investiga el contexto histórico de Carlos Marx.
- Investiga y describe la situación de la clase trabajadora en el siglo XIX.
- Explica en qué consiste el materialismo histórico que propone Marx.
- Explica la crítica de Marx a la religión.
- En que consiste la alienación económica. Explíquelo con sus propias palabras.
- Explica la importancia que Marx atribuyó al trabajo.
- ¿En qué consiste la Dictadura del Proletariado?
- ¿En qué consiste la ideología para Marx?
- ¿De qué forma se entiende la relación entre explotadores y explotados? Justifica tu respuesta. Menciona Ejemplos.
- ¿Qué son las relaciones de producción?
La enajenación del trabajo
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador solo se siente fuera del trabajo y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que este no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
Marx, Karl: Manuscritos de economía y filosofía.
A partir de la lectura de este texto, contesta a las siguientes cuestiones:
- ¿Cuál es la idea principal del texto? Exprésala con tus propias palabras.
- ¿Qué concepción del trabajo critica Marx?
- ¿Qué relación observa Marx entre necesidad y trabajo?
- Explica la alienación religiosa concebida por Marx.
- ¿Crees que hay lugar para el pensamiento marxista en el mundo actual?
Preguntas:
- Para Nietzsche la conquista de nuestros deseos o anhelos son producto del esfuerzo, ¿estás dispuesto a sufrir para alcanzar tus logros?
- ¿Basta solo con sufrir? ¿Cómo enfrentar el sufrimiento según Nietzsche? Construye un ejemplo para justificar tu respuesta.
- Cómo el fracaso puede cambiar nuestra vida para mejorar. Mencione un ejemplo.
- ¿Por qué cuestiona el cristianismo Nietzsche?
- Explique con sus propias palabras la metáfora del jardinero que plantea Nietzsche.
- Explique con sus propias palabras la relación entre sufrimiento y felicidad.